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lunación

  • agl
  • 9 mar 2016
  • 1 Min. de lectura

La luna, en su ciclo de cambios a través de un transcurso de tiempo de 29 o 30 días, tiene cuatro fases que constituyen un período aproximado a lo que en la actualidad denominamos semanas.

En todas las culturas de la historia de la humanidad, estas fases han tenido una influencia sobre el transcurso de la vida del individuo y los grupos humanos. El ser humano la ha venerado y respetado con leyendas, mitos y deificaciones.

Ha representado generalmente a la Diosa madre, al poder femenino en el cielo, como la Mama Quilla de los pueblos andinos, conformando un binomio complementario con el inti sol. Ha sido también luna masculino, como en egipto, los dioses Jonsu, Toth e Iah. También se la ha llamado en la mitología grecolatina Selena, Artemisa o Diana. O, más acá en el tiempo la obsesión de la carrera espacial por llegar a la luna y "aterrizarla", más bien alunizarla. Todos son ejemplos de la creación de relatos para acercarse a una comprensión y aprehensión hacia el satélite natural del planeta tierra.

La luna, "la que ilumina", en sus fases, también representa al ciclo vital humano: desde los nacimientos, los cambios, la plenitud y el decrecimiento pueden ser asimilados al trancurso del tiempo. Así como también tiene influencia sobre los ritmos del sueño. La vida en la tierra y la luna en el cielo se unen en un solo movimiento, para demostrarnos que todo tiene un principio y un final, pero también un flujo y un resurgimiento.

contraste de luna


 
 
 

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